POR CLARA LÓPEZ OBREGÓN / SEMANA.COM
Cualquier lector desprevenido concluirá que la pandemia del coronavirus ha provocado una crisis económica mundial. Después de la declaratoria de pandemia de la Organización Mundial de la Salud, el precio del petróleo ha caído en una tercera parte y las bolsas del mundo han tenido que suspender, una y otra vez, transacciones para suavizar el pánico inversionista. La realidad es que coronavirus y ralentización del crecimiento económico se refuerzan mutuamente, lo cual se agrava por las desavenencias entre Rusia y Arabia Saudita sobre cómo manejar la producción petrolera de cara a la crisis y la puja geopolítica.
El efecto de la pandemia sobre las ya debilitadas economías mundiales apenas comienza. El espejo de dónde estarán nuestros países dentro de 15 días, si no actuamos con disciplina, es Italia. Allá el virus acusó aumentos de contagio tan acelerados que colapsaron uno de los mejores sistemas de salud de Europa produciendo una mortalidad elevada.
Las curvas ascendentes del contagio han sido exponenciales en casi todos los países. La mortalidad del virus y el impacto económico, aunque generalizados por la globalización, variará de un país a otro, según la respuesta de sus gobernantes, la disciplina en autocuidado de la población y la capacidad instalada de los sistemas de salud. Las severas medidas de distanciamiento social adoptadas hasta el momento, con la prohibición de eventos y aglomeraciones, aislamiento obligatorio de viajeros y suspensión de clases, son absolutamente necesarias aun cuando golpearán seriamente los bolsillos de empresas y hogares, especialmente los más débiles y vulnerables.
El cierre total de las fronteras para personas hasta el 30 mayo escala el rigor de las medidas y puede llegar a afectar la seguridad alimentaria si no se toman precauciones y protocolos en los puertos para mantener aislados a posibles enfermos de las tripulaciones de los buques, sin obstaculizar el ingreso de las importaciones de alimentos y de insumos para la salud. Recordemos que Colombia importa un 30 por ciento de los alimentos y aproximadamente el 70 por ciento del maíz y la soya que constituyen la materia prima para la producción de pollos y cerdos que proveen la principal fuente de proteína de la dieta nacional.
Adicionalmente, para garantizar la efectividad de las restricciones es indispensable aplicar medidas sociales y económicas compensatorias. Frente a las empresas, el Gobierno ha anunciado aplazamientos tributarios y facilidades crediticias. En materia de seguridad alimentaria, ante la suspensión de servicios y clases, el ICBF y Bogotá facilitarán la distribución de las comidas para niños, niñas y jóvenes, lo cual debe extenderse a todo el país. También deben destinarse recursos de emergencia a la red hospitalaria y garantizar el suministro de tapabocas y demás elementos esenciales para enfrentar la emergencia.
En esta etapa, no solamente quienes hayan tenido contacto con un enfermo de covid-19, sino toda persona que registre síntomas gripales debe aislarse preventivamente. Empresarios, trabajadores y autoridades deben actuar sin más dilación. Ese aislamiento preventivo debe ser obligatorio, acudiendo al estado de emergencia social si fuere necesario, como quiera que la efectividad de la cuarentena depende de que sea asimilada a la incapacidad médica y su pago se haga con cargo al fisco nacional. De lo contrario, quienes deben trabajar para comer no podrán respetar el aislamiento requerido. Como la mitad de la fuerza laboral trabaja en la informalidad, el Gobierno también debe destinar recursos para atender la alimentación y las necesidades básicas de las familias cuando deban permanecer aisladas.
No puede descartarse que se restrinja el transporte público y se cierren los comercios no esenciales. Para aplazar estas medidas heroicas debemos ser muy exigentes con las exhortaciones de las autoridades. Nada reemplaza el autocuidado. Las campañas públicas y privadas están sensibilizado a la gente en lavado de manos, guardar distancias y permanecer y trabajar en casa. El coronavirus nos obliga a desacelerar nuestras acciones, a pensar en el otro, a trabajar en colectivo y dejar atrás el egoísmo. Hay que cuidarnos entre todos y el gobierno estar atento a la alimentación y la salud de todos. Solo la solidaridad y la disciplina mancomunada nos sacará adelante.